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Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!
En los primeros días de Junio empezamos a sudar el verano. Fue un verano imperativo que se alejó hasta Octubre y dejó el suelo de los campos cuarteado y lijo, y el asfalto caldoso de brea antigua, y los árboles lánguidos, y los hombres faltos de ganas y juicio. Fue un verano culpable. Hasta mediar la estación agradecimos la implacable justicia solar que compensaba la escasa primavera que nos había dejado el invierno. Entonces ya debimos haber comprendido que aquel era un año extraño, sin transiciones, como un péndulo imposible que descansara largo en un extremo para aparecer luego en el opuesto sin apenas advertirlo. Por la Virgen de Agosto nuestras miradas se dirigieron a menudo al corredor de las tormentas, pero los hilachos de nubes holgazanas que se paseaban por él eran una burla que irritaba a los más y preocupaba a los viejos. 
(Wikimedia Commons, PD.)Muy bien que se prohiba la venta de pájaros fritos; pero no por razones de utilidad práctica. ¿Que el pájaro insectívoro es útil? También es útil el miembro de una expedición científica y, en ciertas islas del Pacífico, los salvajes lo asan y se lo comen. Hay sabios que, además de saber mucho, saben muy bien; sabios que tienen un sabor delicioso. Los pájaros insectívoros, a su vez, no son menos sabrosos que los otros pájaros, y sí, por razones de moral, llegaría quizá un tiempo en el que no nos comiésemos a ninguno, por razones de conveniencia agrícola, es probable que sigamos consumiéndonoslos a todos.
Por mi parte, yo confieso que los pájaros fritos, insectívoros o no insectívoros, me gustan con locura. Ya sé que las almas sensibles van a indignarse contra mí, dándole caracteres humanitarios a una cuestión que, para la mayoría de las gentes, no pasa del dominio de la veterinaria. Me considerarán un enemigo de los pájaros y, menos mal si lo fuese, porque, desprovisto de toda simpatía hacia ellos, mi pecado al comérmelos no tendría mayor gravedad. desgraciadamente, sin embargo, yo adoro a los pájaros. Estas líricas criaturas que, una vez fritas, me gustan tanto, no me gustan menos cuando las veo revolotear por los jardines. Yo amo al pájaro en la selva tanto como en el lebrillo, y es posible que en esto haya algo de depravación, aunque quizá existan depravaciones peores. Por ejemplo: la de aquel que, llevado de su ternura hacia el pájaro, lo coge y lo mete en una jaula. ¿Quién no ha conocido a alguna de esas señoras que, con un canario en la jaula, una perdiz en el estómago y dos o tres plumas de pavo real en el sombrero, se horrorizan al vernos comer un gorrión? Indudablemente, ni los intereses agrícolas, ni el sentimentalismo de las clases regulamente acomodadas, bastarán a defender a los pájaros contra nuestro apetito.
Yo no veo más que un medio para evitar que el público coma pájaros fritos y es el de prohibir que se frían. Claro que, en buena lógica, no existe ninguna razón para que se prohiba freir un pájaro mientras se permite asar una chuleta; pero ahora no se trata de desarrollar nuestro sentido lógico, sino más bien nuestro sentido moral, y el pájaro frito es desmoralizador. Quizá una de las cosas que lo hacen más delicioso sea, precisamente, el mismo remordimiento con que nos los comemos. ¿Quién piensa en la ternera al tomarse una chuleta? Pero ante el pájaro frito, todos recordamos al pájaro vivo, y el pájaro es, por tradición, la más poética de las criaturas, Decididamente, el espectáculo de una generación como ésta, que fríe a sus pájaros dejando en paz a sus ministros y a sus caseros, no puede ser muy edificante para las generaciones sucesivas.


(La Bible - Cain et Abel, Marc Chagall)
En casa, como buena gente del norte, nunca gritamos. Jamás. Ni discutimos ni hay conflictos entre nosotros. Nunca. Así nos educó mi madre y a ella la suya. La abuela decía que la familia es nuestra fortaleza, el cimiento de nuestra vida, y no cabe socavar ni asaltar tan preciado bien bajo excusa alguna. Y aquí me tenéis, en la penumbra, acechando por si veo otra vez a ese ángel pelirrojo que es mi sobrina.
© Luis Torregrosa López, 2008.

© Luis Torregrosa López, 2008



(Cabo de Gata. © Alberto Conde)
El suelo de la Ópera Garnier de París es discreto. Charles Garnier quiso que así fuera para que el esplendor sobrecargado del neobarroco en columnas, capiteles, techos y lámparas pudiera apreciarse sin distracciones.
Gastón Leroux escribió su novela, El fantasma de la ópera, situando a los protagonistas en ese espacio y al fantasma -Erik- como hijo deforme de un maestro de albañilería que había trabajado en la construcción del edificio. Conocedor de que los asistentes a las representaciones no entretenían su mirada en los espacios monótonos, es leyenda que se escondiera en pasadizos secretos para ocultarse. Al contrario, paseaba por el edificio con total libertad, confundido el color de su alma común con el gris de la media altura.
Erik fue visible para la corista, sí, y también para los mendigos de la entrada a quienes contaba su estancia en Persia en largas narraciones, como si fuera uno de los cuentos de Las mil y una noches; y les hacía permanecer atentos a la música que se filtraba amortiguada y empobrecida por los excesos de la decoración al tiempo que les refería la historia de Las vísperas sicilianas o Romeo y Julieta de Berlioz. Erik sabía de música, más que nadie, era un compositor excelente atrapado en un mundo de fantoches, apariencias y desvaríos de lujo. Erik es cada uno de aquellos fantasmas con los que nos cruzamos todos los días, que tienen el color de las aceras de una capital de provincia y nuestra total indiferencia.
© Luis Torregrosa López, 2008


Diario de un poeta recién casado (fragmento)
La Mancha
Una estrella sin luz
casi, en la claridad difusa
de la luna extendida por la niebla
vigila tristemente todavía
los olivares de la madrugada
que ya apenas se ven.
El campo
trastornado e informe e incoloro
en la sombra
que, gris, se va y la luz gris que se viene,
empieza vagamente e limitarse
con el alba,
luces y colores...
¡Alma mía
salida ahora de mi sueño nueva,
tierna, casi sin luz ni color aún, hoy
—como un recien nacido—
por este campo viejo que cruzaste
tantas veces
—los olivares de la madrugada—,
tantas veces, con ansia y sin sentido,
a la luz de la estrella inextinguible
de tu amor infinito, ¡cuanto tiempo
naufrago de la luna!
...Una estrella
vigila tristemente... todavía...
los olivares de la madrugada
...que casi no se ven
ya... en el recuerdo...



No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro.
PersécutaCon los años que le alcanzan, nunca es tarde para recordar que Benedetti debe ser un Premio Miguel de Cervantes necesario, imprescindible.
Como en tantas y tantas de sus pesadillas, empezó a huir despavorido. Las botas de sus perseguidores sonaban y resonaban sobre las hojas secas. Las omnipotentes zancadas se acercaban a un ritmo enloquecido y enloquecedor.
Hasta no hace mucho, siempre que entraba en una pesadilla, su salvación había consistido en despertar, pero a esta altura los perseguidores habían aprendido esa estratagema y ya no se dejaban sorprender.
Sin embargo esta vez volvió a sorprenderlos. Precisamente en el instante en que los sabuesos creyeron que iba a despertar, él, sencillamente, soñó que se dormía.


En una iniciativa del Ministerio de Educación peruano, se han incorporado a los pequeños portátiles que se entregan gratuitamente a niños y profesores de primaria, cien obras literarias que consideran básicas. Entre ellas, El narrador de cuentos, de Oscar Wilde, Los cachorros, de Vargas Llosa, El cantero y el asno, de Mariano Melgar o La Historia de Pedro Serrano, de Garcilaso. Bien por la iniciativa pero, ¿qué obra consideras ideal para un niño o niña de entre 12 y 14 años?.




Hace frío en los atrios esta noche ...
"Un hombre y una mujer se aman, siga usted". Fue Camilo José Cela, durante la celebración de unos cursos en una universidad de verano en España, quien respondía así un decepcionado alumno cuando este le pidió un tema para una novela. Así dejó zanjado el futuro Nobel (entonces aún no lo era, si mal no recuerdo), que escribir no es una cuestión de temas, al tiempo que recordaba que el más universal de ellos, el amor, tiene cuerda para rato. Ahora se anuncia la nueva novela de Gabo, una historia de amor cuyo título está por determinar, y aún antes de que vea la luz he podido escuchar en algunas tertulias culturetas la decepción de presuntos adeptos a la lectura por el tema elegido. Al parecer, las clases de Cela no han sido suficientes, ni tampoco la evidencia. Yo soy clásico, y Antonio y Cleopatra sigue siendo mi historia de amor preferida, quizá por mi debilidad por Shakespeare. ¿Y tú historia de amor favorita es ...? 
"Vistas así las cosas, y vistas las dificultades de toda índole, no sería descabellado decir que contar cabalmente lo ocurrido —eso a lo que el hombre aspira desde hace siglos, y por lo que se esfuerza, y que de hecho cree lograr a veces— es del todo imposible".
Mi problema es bien sencillo: veo cosas distintas de las que oigo. O mejor dicho, veo lo que ocurre y oigo lo que ocurrirá. Mientras puedo observarte ahí sentado, leyendo, me estremecen ya los quejidos de tu agonía. Y más aún: siento en la punta de mis dedos la frialdad de tu cuerpo extinto y mi olfato me recuerda que llevas varios días pudriéndote en el sepulcro. De mi sentido del gusto mejor no hablemos. Te dejaría estupefacto.