lunes, 29 de abril de 2013

El desencuentro



Imagen por Pacopac (Own work)
[CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)], via Wikimedia Commons



La anciana permanecía sentada en un banco del parque. Siempre llegaba a primera hora de la mañana, con su andar limitado, un bolso negro y viejo y una bolsita blanca con migas de pan para las palomas. Y siempre, también, cuando el sol comenzaba a ser implacable, se recogía para casa. Hoy, sin embargo, el astro rey está en el cenit, el calor asfixia, y la anciana sigue ahí, algo más ensimismada que de costumbre: reflexiva. Ya no quedan migas de pan en la bolsita y es la hora de comer. La anciana suspira y agacha la vista. Debemos acercarnos un poco más y mirar en el fondo de sus pequeños ojos verdes, aún vivarachos, para tratar de averiguar la novedad. Si nos fijamos, hay algo cristalino en su mirada, una lágrima que no termina de cuajar. Y si todavía somos capaces de llegar más allá, donde empiezan a formarse las imágenes, descubrimos al fin su desconsuelo. Sin duda, ese que ahí vemos atrapado en la retina de la anciana es su hijo. Debió pasar frente a ella a primera hora y .... sí, ya vemos, ¡no la reconoció! No creo que se levante hoy, ni mañana.

© Luis G. Torregrosa López (2001)