viernes, 3 de enero de 2014

Trabajos forzados

Bagno penale a Portoferraio


Telemaco Signorini [en dominio público], vía Wikimedia Commons

Las volutas de humo del cigarrillo subían hacia el techo caracoleando. No dejaba de fumar y beber. Sudaba. Me senté un instante para reponer fuerzas, alejado de la luz cenital, en la penumbra de la estancia. Los demás se sentaron también. Llevábamos ya ocho horas y aquello parecía no terminar nunca. Cuando me sentí algo aliviado volví a levantarme.

-¡Vamos, señores, que no estamos de vacaciones!-, grité.


Y nuevamente, con la rutina de cada mañana, cada tarde y cada noche, retomamos el trabajo: fui yo el primero en volver a golpear al preso.


© Luis G. Torregrosa López (2001)

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