miércoles, 2 de abril de 2008

El ocaso de la ciencia

Entiéndase bien: yo soy un científico. Soy una persona volcada en su profesión, que ejercita sus habilidades para destronar hipótesis y mudarlas por certezas; un hombre curtido en la experimentación y el ensayo, metódico y práctico, que arrincona los errores hasta encontrar verdades absolutas. Soy un fogueado investigador de disciplina espartana, con una profunda capacidad de abstracción. Jamás he vegetado al pairo de la novedad, la vorágine de la moda, la afectación filosófica o he sido sometido al compás de las urgencias fisiológicas. Nunca. Así que alguien deberá explicarme, con precisión y lógica, que hago yo aquí bebiendo sin tregua una copa tras otra, atisbando nervioso por la ventana a cada minuto, curiosamente atento a cada movimiento de la puerta del bar, con el corazón descarriado y la frente cuajada con sudor de colegial, aguardando a que, en cualquier momento, llegue esa hermosa mujer que conocí ayer.

© 2002, Luis Torregrosa López.

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