viernes, 6 de junio de 2008

El fantasma de la ópera


El suelo de la Ópera Garnier de París es discreto. Charles Garnier quiso que así fuera para que el esplendor sobrecargado del neobarroco en columnas, capiteles, techos y lámparas pudiera apreciarse sin distracciones.

Gastón Leroux escribió su novela, El fantasma de la ópera, situando a los protagonistas en ese espacio y al fantasma -Erik- como hijo deforme de un maestro de albañilería que había trabajado en la construcción del edificio. Conocedor de que los asistentes a las representaciones no entretenían su mirada en los espacios monótonos, es leyenda que se escondiera en pasadizos secretos para ocultarse. Al contrario, paseaba por el edificio con total libertad, confundido el color de su alma común con el gris de la media altura.

Erik fue visible para la corista, sí, y también para los mendigos de la entrada a quienes contaba su estancia en Persia en largas narraciones, como si fuera uno de los cuentos de Las mil y una noches; y les hacía permanecer atentos a la música que se filtraba amortiguada y empobrecida por los excesos de la decoración al tiempo que les refería la historia de Las vísperas sicilianas o Romeo y Julieta de Berlioz. Erik sabía de música, más que nadie, era un compositor excelente atrapado en un mundo de fantoches, apariencias y desvaríos de lujo. Erik es cada uno de aquellos fantasmas con los que nos cruzamos todos los días, que tienen el color de las aceras de una capital de provincia y nuestra total indiferencia.

© Luis Torregrosa López, 2008

6 comentarios:

Isa Segura B. dijo...

Erik tiene el color de la música que intenta hacerse paso entre la estrepitosa barbarie de las grandes ciudades, no sólo de las capitales de provincia.
Un abrazo.

Lena yau dijo...

No sé por qué, pero el miedo que sentí de niña, al ver una versión de Tv, se quedó intacto en mí.

Y años después, vi el musical en San Francisco.

Algo tan anodino me aterró.

Leo tu texto y me entra un yuyu horroroso....

¿Por qué será?

Yuyu...amo esa palabra...la gente cree que el mejor invento español el la siesta.

Yo creo que no.

Que hay palabras que merecen ese premio.

Besazo, Luis

Isabel Barceló Chico dijo...

Muy cierta tu reflexión final, el olvido en que tenemos a la gente con que nos encontramos sin verla, cada día, a cada momento, y a quienes convertimos en fantasmas. También para ellos nosotros seremos fantasmas, quizá maléficos... Saludos cordiales.

Luis Torregrosa dijo...

Isa s.b., cierto en cualquier lugar es posible cruzarse con ellos. Lena, no hay más fantasmas que los que permitimos y este, por lo demás, es inofensivo. Isabel, debemos ser los peores fantasmas, los de la codicia y el olvido. Un abrazo a las tres.

montse dijo...

Siempre hay que mantener la máxima atención, porque en cualquier rincón puede aparecer ese fantasma, que se nos mostrará, siempre que lo busquemos con la confianza de encontrarlo!!
Gracias una vez más por hacerme pensar!!
Un abrazo.

Luis Torregrosa dijo...

Montse, me alegra siempre que unas palabras te hagan reflexionar. Un abrazo.