viernes, 27 de junio de 2008
Gente común
martes, 24 de junio de 2008
Los cuentos de Caín
—No te apures, mi niño. Padre ya murió.
Ciudadanos de ficticia: autores de México, Argentina, Colombia y España.
México : Ficticia, 2001. ISBN: 9685382026
© Luis Torregrosa López, 2001.
sábado, 21 de junio de 2008
Retrato de familia
En casa, como buena gente del norte, nunca gritamos. Jamás. Ni discutimos ni hay conflictos entre nosotros. Nunca. Así nos educó mi madre y a ella la suya. La abuela decía que la familia es nuestra fortaleza, el cimiento de nuestra vida, y no cabe socavar ni asaltar tan preciado bien bajo excusa alguna. Y aquí me tenéis, en la penumbra, acechando por si veo otra vez a ese ángel pelirrojo que es mi sobrina.
© Luis Torregrosa López, 2008.
miércoles, 18 de junio de 2008
Primera vez
Al mirar a esa mujer que permanece en la cama, cualquiera nota su perturbación y extravío. Al prestar más atención, si nos aproximamos lo bastante y fijamos nuestros ojos en los suyos, observaremos que en el fondo, más allá de sus pupilas, enfocado sin dificultad, se puede ver el gesto colérico de un hombre con la mano alzada sobre ella por primera vez.
© Luis Torregrosa López, 2008
lunes, 16 de junio de 2008
Anónimos
Idólatras
sábado, 14 de junio de 2008
Príncipes de las letras
viernes, 13 de junio de 2008
Retornos
miércoles, 11 de junio de 2008
Gimnasia
lunes, 9 de junio de 2008
Carísimo
© Luis Torregrosa López, 2008
sábado, 7 de junio de 2008
Guisote de collejas con espuma de mar
Dedicado a la memoria de Alberto Conde, que falleció el pasado dos de mayo
viernes, 6 de junio de 2008
El fantasma de la ópera
El suelo de la Ópera Garnier de París es discreto. Charles Garnier quiso que así fuera para que el esplendor sobrecargado del neobarroco en columnas, capiteles, techos y lámparas pudiera apreciarse sin distracciones.
Gastón Leroux escribió su novela, El fantasma de la ópera, situando a los protagonistas en ese espacio y al fantasma -Erik- como hijo deforme de un maestro de albañilería que había trabajado en la construcción del edificio. Conocedor de que los asistentes a las representaciones no entretenían su mirada en los espacios monótonos, es leyenda que se escondiera en pasadizos secretos para ocultarse. Al contrario, paseaba por el edificio con total libertad, confundido el color de su alma común con el gris de la media altura.
Erik fue visible para la corista, sí, y también para los mendigos de la entrada a quienes contaba su estancia en Persia en largas narraciones, como si fuera uno de los cuentos de Las mil y una noches; y les hacía permanecer atentos a la música que se filtraba amortiguada y empobrecida por los excesos de la decoración al tiempo que les refería la historia de Las vísperas sicilianas o Romeo y Julieta de Berlioz. Erik sabía de música, más que nadie, era un compositor excelente atrapado en un mundo de fantoches, apariencias y desvaríos de lujo. Erik es cada uno de aquellos fantasmas con los que nos cruzamos todos los días, que tienen el color de las aceras de una capital de provincia y nuestra total indiferencia.
© Luis Torregrosa López, 2008