El recuerdo más triste que guardo de la infancia es el de una trucha boqueando, asfixiándose en la orilla del río, a mi lado. Aquella visión me paralizó de tal modo que no presté atención a nada más, y mucho menos a mi padre, el muy criminal, al que se llevó la corriente en ese momento.
© Luis Torregrosa López, 2008.
13 comentarios:
Qué arañazo!
Haces que recuerde miserias.
Eres increíble.
Un abrazo
Qué duro y qué bueno.
No me gustan los peces.
No me gusta verlos boquear.
Los niños son esponjas captando sensaciones, buenas y malas!!...Pero estoy segura que, las dejan una huella imborrable, son las malas.
Tu pequeño grano de arena siempre me lleva a la reflexión!!
Un abrazo.
Estoy harto de cultura y zarandajas. Dejarnos en paz con los blogs estúpidos.
Es muy duo lo que cuentas. ¿En serio, en ese momento, hubieras camiando el uno por el otro?
Lena, busco los arañazos de mucha gente porque leerlos escritos por otro es, en ocasiones, la mejor terapia. Un abrazo.
David, la dureza puede ser un buen empuje al alma. Gracias.
María, mucha gente odia los peces y los pájaros, y no me deja de resultar curioso e intrigante. Y cuando un pez boquea me recuerda la agonía de los hombres, no sólo en la muerte física, sino en todas las muertes. Un abrazo.
Montse, me alegra de que motive una reflexión, por pequeña que sea. Un abrazo, artista.
Ignacio, es ficción. Por fortuna tuve la dicha de contar con una infancia maravillosa, salvo la muerte de mi hermana. Pero conozco a quienes hubieran dado lo que fuera por deshacerse de un padre o madre cruel.
De los anónimos bastardos, he dejado sólo uno, representativo del resto. Llegan a menudo y tienen su interés: son la caverna, y no está de más mirar en las grutas de vez en cuando por si acaso asoman un día a la superficie y hay que salir corriendo ... o aplastarlos.
La imagen y las palabras han traído a mi memoria a Huckleberry Finn. Pobre trucha. Saludos cordiales.
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